En un instante ,
tan sólo uno
mi vida se cruzó con la muerte.
Cómo un haz de locura,
la sombra
...de la noche envolvió mi ser.
Me vi sola, desnuda, desvalida
e indefensa.
El dolor sin un ápice de indulgencia
se agolpó y me hizo su presa.
Un gritoahogó mi llanto
cómo un choque de témpanos,
crepitaron mis huesos.
Alcé la vista, la daga aún punzante
envestía a traición.
Mi vida escapaba gota a gota
sólo mi dolor estaba presente.
Un fuego abrasador quemaba mis sienes.
De pronto
una tormenta de nieve
congeló mi voz y en ese silencio
despertó mi locura.
Anudada como ovillo maltrecho
mi cuerpo enjuto se dobló aún más.
Un susurro ahogado selló mis labios
la herida punzaba,
roía,
cada espacio de mi piel.
Hasta que el último hilo de sangre
dejó inerte lo que quedó de mí.EDITH MONCADA
tan sólo uno
mi vida se cruzó con la muerte.
Cómo un haz de locura,
la sombra
...de la noche envolvió mi ser.
Me vi sola, desnuda, desvalida
e indefensa.
El dolor sin un ápice de indulgencia
se agolpó y me hizo su presa.
Un gritoahogó mi llanto
cómo un choque de témpanos,
crepitaron mis huesos.
Alcé la vista, la daga aún punzante
envestía a traición.
Mi vida escapaba gota a gota
sólo mi dolor estaba presente.
Un fuego abrasador quemaba mis sienes.
De pronto
una tormenta de nieve
congeló mi voz y en ese silencio
despertó mi locura.
Anudada como ovillo maltrecho
mi cuerpo enjuto se dobló aún más.
Un susurro ahogado selló mis labios
la herida punzaba,
roía,
cada espacio de mi piel.
Hasta que el último hilo de sangre
dejó inerte lo que quedó de mí.